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lunes, 24 de octubre de 2011

BASES PARA UNA GEOPOLITICA ARGENTINA.



Coronel (R) Hugo Gastón Sarno
Del Ejercito Argentino.



I - INTRODUCCION.


La concepción de una política para la realidad geográfica nacional (o geopolítica argentina), debe ser encarada desde una perspectiva diferente a la que estaba vigente en muchas partes del mundo, cuando se creía que ‘geopolítica’ era sinónimo de imperialismo o de expansionismo.

De allí surgió la creencia de que “geopolítica” era ‘mala palabra’. En algunas instituciones culturales de nuestro país y también en otras partes del mundo, la “geopolítica” está casi prohibida académicamente y, a lo sumo, los temas que le competen reciben otro nombre o se reparten entre distintas cátedras. En la década de 1990, eso es un síntoma de subdesarrollo cultural.

Las naciones sudamericanas han vivido desde su independencia un clima internacional caracterizado por la desunión, cuando no por la rivalidad. La guerra estuvo presente en esa historia y normalmente ocurrió por motivos geopolíticos en cuanto a territorios en disputa: entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil por la Banda Oriental (continuación de las guerras entre España y Portugal), entre Chile, Bolivia y Perú por el litoral del Océano Pacífico, entre Bolivia y Brasil por el Acre (en realidad fue una tensión hacia la belicidad), entre Bolivia y Paraguay por el Chaco, entre Perú y Ecuador por territorios limítrofes, y no debe dejarse de lado la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay.

A ello deben agregarse las tensiones políticas: con Brasil hemos tenido un período diplomático conflictivo en la Cuenca del Plata; en 1974 se produjo una tensión entre Perú y Chile; un diferendo diplomático entre Bolivia y Chile por el Río Lauca, y la Argentina ha tenido con Chile seis momentos prebélicos (inminencias de guerra), que fueron detenidos y encarados por vía pacífica. Con todo, los conflictos geopolíticos sudamericanos sometidos al acuerdo bilateral o al arbitraje, también estuvieron presentes.

La entrada al Siglo XXI parece dar comienzo a una relación internacional distinta en Sudamérica. Por un lado, los temas territoriales conflictivos han quedado resueltos en su mayoría, y los que aun subsisten, pueden encaminarse hacia soluciones pacíficas. Y por otro lado, la telaraña de la globalización que va atrapando a los sudamericanos, está creando una conciencia política de conjunto: “Los hermanos sean unidos, esa es la ley primera...”.

Esta condición ha permitido reconsiderar las relaciones sudamericanas hacia un entendimiento que permita armonizar las posiciones nacionales, sin perjuicio de que los conflictos pendientes o futuros fueren mantenidos en el área diplomática. No se trata de “ceder, para poder convivir”, como algún ultrapacifista podría suponer. Las relaciones internacionales son ricas en presentar ejemplos donde los Estados tienen, simultáneamente, acuerdos y cooperaciones, y también conflictos mantenidos en un tratamiento simultáneo y regulado, para que no perturben donde se desea acordar y cooperar.

Esta conciencia política de conjunto - soñada por los Libertadores - tiene un capítulo territorial: las soberanías geográficas deben continuar dentro de un todo sudamericano. Esto no significa “borrar” los límites internacionales, ni tampoco “vender” los espacios fronterizos. Significa que los territorios nacionales deben quedar armonizados en los medios que los conectan entre sí, en la complementación de lo que ellos producen, y en la reciprocidad de todo tipo de concesiones. Pero también significa que las políticas territoriales deben tener en cuenta la marcha que tendrá la humanidad a lo largo del próximo siglo.

Se sabe que la globalización pasa por sobre muchas defensas de la identidad nacional; que vulnera y limita mucho la capacidad de maniobra política de cada Estado. Frente a este fenómeno, tiene legitimidad todo esfuerzo tendiente a mantener la individualidad, la diferencia, la originalidad de los soportes de la nacionalidad; tendiente a sostener aquello que no debe cederse tanto en patrimonios como en dignidad. Y entre lo que no debe cederse está la soberanía territorial, que significa que las instituciones nacionales deben tener vigencia y también eficacia, en todo el espacio geográfico argentino hasta sus límites internacionales.

Este trabajo no representa ni contiene ‘la’ geopolítica argentina, que sería solamente el fruto de todo un equipo de trabajo y planeamiento. La intención que guía al que esto escribe consiste en hacer una aproximación hacia las bases que podrían ser útiles para llegar a establecer esa geopolítica necesaria.


II - EL SIGLO XXI.


Desde 1427, año en que los portugueses, partiendo desde una Europa encerrada, rompieron el cerco por el océano, y descubrieron[1]y se instalaron en las Islas Azores[2], las energías políticas comenzaron a salir desde ese continente y recorrer, conocer y ocupar lejanos territorios hasta entonces desconocidos. ‘Lo europeo’ fue el patrón político, económico y cultural que puso al mundo en contacto, poniendo fin a los aislamientos geográficos.

Con claridad, el mundo era ‘uno’ durante el siglo XIX. Por supuesto, con alguna lentitud debido a la lenta navegación y a aquellos ferrocarriles a vapor; pero era ‘uno’: las influencias, las flotas, las mercaderías, no tardaban más de algunos meses en cruzar las distancias geográficas.

Pero en el siglo XX se produce la explosión de la ‘unidad mundial’, haciendo estallar los horizontes cronológicos conocidos. Desde el avión y la radioemisión inalámbrica, hasta hoy el satélite, es el uso de estos instrumentos el que consolida la conexión veloz, donde la simultaneidad, la complejidad de todo lo que se influye recíprocamente, son las características de una ‘historia mundial’ que posee pocos siglos de vida, y que tiene en la globalización su tarjeta de presentación.

No queda duda de que este fenómeno continuará en el siglo siguiente, aproximando a los Estados entre sí tanto en sus coordinaciones como en sus conflictos, pero creando órganos muy poderosos aunque no estatales[3] que, tratando de imponer sus voluntades, complican y complicarán todas las manifestaciones del poder. Indicamos párrafos atrás que quedará así lesionada la capacidad de maniobra de los Estados, pero también de todo el que aplique su propio poder. La humanidad quedará cubierta y atrapada por una telaraña política, económica, financiera y cultural.

Samuel Huntington advirtió sobre el ‘choque de las civilizaciones’, tema corroborado por ejemplo en el rechazo que actualmente se está cumpliendo en algunos pueblos islámicos contra ‘lo occidental’. También, localmente, en el Estado de Israel aparece el enfrentamiento entre la ortodoxia hebrea y los que la resisten. El conjunto mundial no es simple y se complica por los recelos y conflictos religiosos y étnicos, que, si permanecieron subterráneos durante la guerra fría, hoy se manifiestan sobre la superficie.

Otra de las peligrosas características que el siglo próximo heredará del siglo actual, es la presencia de terribles instrumentos de destrucción y matanza - los atómicos no son los únicos -, cuya peligrosidad reside en que se han evadido del hermetismo y del monopolio político-científico, prestándose a maniobras de amenaza y extorsión, incluso de empleo, por parte de grupos humanos que lograron producirlos, robarlos o adquirirlos. El reciente uso de gases (que fueron empleados durante la primera guerra mundial) por una entidad privada japonesa, representa toda una alerta sobre las capacidades que estárán presentes, activamente o en acecho, durante la siguiente centuria.

Estas peligrosas capacidades tecnológicas coexisten con el crecimiento de la rivalidad y de la agresividad. No solamente existen algunos Estados agresivos: también hay empresas y bancos agresivos, grupos humanos agresivos y aun fanatizados, e individuos agresivos, conjunto que a veces llena páginas y noticiosos de difusión pública, y a veces permanece bajo la superficie, porque la agresividad no sólo es violenta, destructora y estrepitosa; también suele ser silenciosa. Algunos observadores de la realidad social han comenzado a admitir que ha aumentado la frecuencia de los procedimientos ‘gangsteriles’: la amenaza, el pago de una cuota para ser protegido (o para no ser agredido), la extorsión, el sabotaje, y otros, recursos de esta moderna Caja de Pandora. Todo ello explica el crecimiento del número de empresas que se dedican a la seguridad.

Hasta aquí, es decir, hasta donde ha llegado nuestra pluma, hacemos un alto para revisar todo lo escrito precedentemente, porque se ha ido acumulando, párrafo tras párrafo, una tendencia donde la situación de la humanidad parece agravarse sin pausas. Y en esa revisión hemos tenido la precaución de verificar y ratificar que todo el contenido sea concreto, tomado estrictamente de la realidad, importante y firme como para poder trasladarlo al siglo próximo, cuidando de no deformarlo, de no agrandarlo ni mermarlo, menos de imaginarlo sin la base concreta que proporcionan los hechos conocidos.

Ese agravamiento no es el fruto de un pesimismo que condicione la razón. Sepa el lector corroborar este trabajo con la información pública conocida y por conocer, y tenga la certeza de que un ‘futuro deseado’ por nosotros, de convivencia, de respeto a la dignidad humana, no ha servido para disminuir o disfrazar lo que es grave, porque debe ser transmitido según su propia gravedad. Y esto, no es todo. Hay, todavía, algo más.

Por un lado, el crecimiento demográfico, y por otro lado, los daños que están y siguen recibiendo los espacios geográficos. La expresión simplificada de estas dos tendencias puede indicarse así: la humanidad crece, aumenta, pero el planeta no crece, no aumenta, incluso puede disminuir en tanto las lesiones a la calidad ambiental continúen empequeñeciendo el espacio utilizable.

Para una humanidad que posiblemente alcanzará los 6.000 o 6.200 millones de habitantes en el año 2000 (éramos sólo 1.500 millones en el año 1900), se cree que podría sobrepasar fácilmente los 8.000 (tal vez los 10.000) millones, considerando incluso cierta tendencia a un crecimiento estabilizado de seres humanos, durante la segunda mitad del próximo siglo. La pregunta lógica es: ¿dónde van a vivir y de qué recursos van a vivir?

Algunos analistas han formulado otra pregunta: ¿cuál es la población humana que puede sostener el planeta? La respuesta no puede ser exacta ni única, según se mantenga, disminuya o aumente la oferta de recursos vitales, y según la oferta disminuida o aumentada de los espacios aptos para recibir el aumento de la población mundial.

Frecuentemente, los estudiosos de este futuro abren un espectro conteniendo varias alternativas posibles para la siguiente centuria, que podemos sintetizar así:

-- Máxima población, espacio reducido, recursos escasos: futuro crítico.

-- Población no máxima, espacio aumentado, recursos abundantes: futuro deseado.

-- Población importante, espacio conservado, recursos suficientes: futuro intermedio.

Estas alternativas no son rígidas, admiten por supuesto combinaciones, pero son paradigmas que sirven para una proyección partiendo desde un punto inicial (la situación actual y sus tendencias), hacia los puntos finales de esos futuros. Si bien es riesgoso e imprudente confiar en la mejor de esas tres alternativas, lo aconsejable será desarrollar las otras dos: el futuro crítico ante todo, y también el intermedio.

El aumento de la población humana presenta actualmente fuertes contrastes: los países más desarrollados son los que menos crecen en su demografía, aun con tendencia a mantener su población numérica. Tienen numerosos ancianos y adultos y muy pocos infantes: son pueblos en proceso de envejecer, como España, Italia, Francia, Suecia, entre otros. Los Estados Unidos se incluyen en esta tendencia, aunque tienen un aumento anual que por lo menos, en parte, se apoya en los inmigrantes que recibe legal e ilegalmente, y en la procreación de su población no anglosajona.

El mayor crecimiento demográfico se advierte en los Estados que tienen serios problemas socio-económicos y numerosos habitantes, sobrellevando su vida con precariedad. En América surgen México, Perú y Brasil con un crecimiento humano explosivo. En el lejano oriente se encuentran los dos países más poblados del mundo: China con 1.220 millones de habitantes en 1994 (aumenta 12 millones por año), y la India con 935 millones de habitantes en 1994 (aumenta 15 millones por año).

La situación actual de la humanidad, con Estados verdaderamente saturados de población, y otros donde existen penurias económicas, ha dado origen a numerosas migraciones: seres humanos que abandonan la tierra natal buscando en otra mejores condiciones de vida, y otros que dejan su patria ‘donde ya no cabe un alfiler’.

La proyección futura de esta situación implica un aumento de las migraciones, en tanto continúe aumentando la población mundial, pero tratando de diversificar los países receptores. Tal vez las Naciones Unidas intervengan para regular estas transferencias de población, y para lograr una mejor distribución y recepción de esos excedentes humanos.

En cuanto al tema de la ecología, que ha recibido y sigue recibiendo una difusión cada vez más intensa, los problemas más graves son los que evaden una consecuencia local y gravitan sobre toda la Tierra.

Entre ellos es muy conocido el ‘efecto invernadero’ o aumento del promedio anual de la temperatura en el planeta, como resultado de los gases emitidos que se acumulan rodeándonos en capas superiores de la atmósfera y que, por su característica térmica aislante, impiden el escape del calor que emite la Tierra.

Este fenómeno perjudicial comenzó primero con el uso intenso del carbón y luego con el de los hidrocarburos, proceso continuo y agravado ininterrumpidamente desde la llamada ‘segunda revolución industrial’ (última mitad del siglo XIX), proceso al que en el reciente medio siglo se agregaron los gases emitidos por la industria moderna. Entre los primeros se encuentra el dióxido de carbono (CO2), y entre los segundos los clorofuorocarbonos (CFCs), empleados estos últimos como refrigerantes, solventes, etc., aunque hay otros gases que completan este espectro nocivo.

Las consecuencias ya han sido comprobadas. Se estima un aumento de la temperatura global de 0,3º C por década: en el período 1950-1990[4]ese aumento ha sido de 1ºC, de manera que en el año 2030, crecerá aún un grado más. Por otra parte, el efecto invernadero ha sido comprobado en nuestro país en la modificación de las isohietas (en combinación con la corriente de ‘El Niño’), cuyos valores promedio se están desplazando hacia el sudoeste desde nuestro extremo nordeste. Eso significa que en la Provincia de Misiones caen por año 500 mm más que los registros de hace varias décadas, y así sucesivamente hasta la pampa húmeda y semihúmeda, pero no con regularidad, alternándose con temporadas de sequía.

Estas consecuencias alterarán las actividades humanas, sobre todo la agricultura y la ganadería, influirán sobre la flora y la fauna, modificarán las aptitudes de los suelos. Para el año 2030 se aguarda un aumento de 20 cm en el nivel de los océanos (6 cm por década) y de 60 cm para el año 2100, debido al derretimiento de los hielos subpolares, es decir, de los que están rodeando las zonas polares, por el derretimiento de los glaciares continentales (incluído nuestro hielo continental patagónico que ya está retrocediendo claramente), y debido al aumento térmico de las aguas marítimas. Quedarán lesionados los litorales marítimos más bajos. En nuestro país quedará comprometida la desembocadura del Río de la Plata, de sus afluentes y de su costa argentina, así como correrán serios riesgos los Estados de escasa elevación como Holanda y Bangladesh. También se elevarán las napas subterráneas donde aumenten las precipitaciones, con su posible contaminación.

Este proceso está acompañado por los efectos perturbadores de los cambios en la corriente de ‘El Niño’, en el Pacífico, cuyos efectos anormales se comprobaron en 1982-84; y también por el adelgazamiento de la capa de ozono (O3), que absorbe la radiación ultravioleta del sol y que, al disminuir su protección (probablemente debido a los CFCs), puede causar perjuicios solares a la salud humana en particular.

El llamado ‘agujero’ de ozono es un fenómeno primaveral en el hemisferio austral y llega ya a desproteger el extremo sur de Sudamérica y la Antártida, durante esos meses. Esta destrucción del ozono se origina en las regiones industriales del hemisferio norte, cuyos gases de verano (julio-agosto) circulan hacia el hemisferio sud llegando en setiembre y octubre.

En suma, la humanidad se encontrará con condiciones geográficas cada vez más diferentes y perjudiciales. Recordemos que entre las dos cumbres político-ecológicas de 1992 (Río) y de 1997 (ONU), las condiciones han seguido un ritmo lento y sostenido de empeoramiento, tanto en los fenómenos que se acaban de mencionar apretadamente, como en la contaminación de las tierras, de las aguas y de la atmósfera.

Los efectos podrían alterar los recursos vitales para la subsistencia, tema que se estudia en los gabinetes, en los laboratorios y en escenarios naturales.

En conjunto, el siglo XXI recibirá una pesada herencia de éste que está finalizando: agresividad, instrumentos peligrosos y difundidos, mundo interconectado (’uno’), factores de poder multiplicados, humanidad en aumento numérico, deterioro geográfico, datos tomados de una realidad comprobada. Los nubarrones que tendrá el siglo XXI no parecen muy favorables. La globalización gracias a la revolución científico-tecnológica, no queda limitada a este progreso electrónico, cibernético y robótico. No es prudente confiar en un solo lado del espectro, donde aparecen las maravillosas imágenes del hombre en la Luna o los servicios de Internet. El espectro se enriquece con los temas que hemos desarrollado brevemente, y que no pueden ser relegados a un plano secundario.


III - CUADRO DE ALTERNATIVAS MUNDIALES.


Así como hemos indicado en el capítulo anterior la gama de tres futuros, a continuación los consideraremos según otros contenidos: con los que más pueden interesar desde el punto de vista geopolítico[5]:

1. Siglo XXI en convivencia política: alternativa ‘multipolar’.

Se trataría de la humanidad presidida por un consorcio de poderosos conformando una sociedad entre las grandes potencias y las ONG más importantes. Este sistema de poder sería de relativa duración por la inestabilidad propia de todo conjunto, cuyas grandes capacidades y objetivos individuales tenderán a dividirlo, formando grupos rivales que pugnarían por el predominio, sin llegar a la belicidad generalizada. Los temas principales se negociarían.

Se supone aquí que las guerras serían sólo locales entre países de segundo y tercer nivel, sin gravitar sobre intereses sensibles, es decir, guerras controlables.

Las soberanías políticas estarían muy limitadas. Todos los Estados dependerían de otros Estados, de manera que las políticas autónomas serían vulnerables. Se permitirían asociaciones regionales en tanto beneficien a esta globalidad.

Los excedentes humanos serían dirigidos hacia las regiones marginales de la multipolaridad: América del Sud, Africa y Australia. Los daños ecológicos serían mermados con rigurosos controles, penalidades y restauraciones, particularmente en las regiones declaradas vitales para el sistema.

2. Siglo XXI catastrófico: alternativa ‘sobrevivencia’.

Suponemos en esta alternativa que el derrumbe del sistema mundial podría ocurrir por dos causas centrales y una combinación entre ellas:

2.a. Grandes calamidades naturales: vulcanismo, terremotos, hundimiento continental, penetración del mar, fenómenos que abatirían a algunas de las principales potencias, dejando a las demás en condiciones vulnerables.

Quedarían neutralizados los grandes poderes y desarticuladas las ONG. Crecería la demanda de los artículos vitales para la vida por las pérdidas y daños en las regiones de gran producción, y por las perturbaciones en el tráfico ultramarino.

Las migraciones humanas quedarían disminuidas debido a las interrupciones y dificultades de la navegación marítima. Posiblemente quedarían limitadas, inicialmente, a desplazamientos regionales sin cruzar los océanos, y tal vez crecerían tiempo después.

Tendrían graves problemas los países que dependen del comercio exterior para subsistir. Por lo menos inicialmente, quedarían restringidos los auxilios y apoyos para restaurar los daños en los países asolados por las catástrofes naturales.

2.b. Gran calamidad bélica: empleo de armas de gran poder entre las mayores potencias. La iniciación estaría motivada por un accidente, o bien por una acción bélica muy importante ocurrida en una región altamente sensible para el equilibrio del sistema mundial de grandes potencias.

Posiblemente, los mayores daños se producirían en el hemisferio norte, con zonas completamente devastadas, pero las consecuencias ecológicas se trasladarían, tal vez menguadas, hacia el hemisferio austral.

La navegación marítima quedaría interrumpida: se produciría un aislamiento internacional, con hambrunas y convulsiones sociales, y también el derrumbe del sistema económico-financiero internacional.

2.c. Combinación de catástrofes: se trataría de una o más grandes potencias neutralizadas por calamidades telúricas, que serían a continuación destruídas con armas de gran poder por las demás. El curso sucesivo sería semejante al de 2.b.

3. Siglo XXI inestable: alternativa ‘dispersión’.

La característica central residiría en la desunión entre las grandes potencias. Sus disidencias serían difícilmente negociables, pero no llegarían a desatar una gran guerra. Cada una de ellas conservaría aliados y satélites. Los conflictos internacionales serían difícilmente negociables y muchos de ellos subsistirían sin solución, sirviendo para mantener los recelos y rivalidades. Esta alternativa tendría la posibilidad de evolucionar hacia un sistema bipolar o tripolar, por similitud al de la guerra fría.

El sistema económico-financiero internacional sería inestable. Las dependencias estarían limitadas y condicionadas regionalmente, según la compartimentación de las áreas de influencia. Los daños ecológicos de dimensión planetaria seguirían su avance perjudicial. Las migraciones humanas también serían restringidas según esa compartimentación.

Las áreas de influencia serían inestables: algunos Estados satélites podrían ‘cambiar de bando’, y otros podrían ser convertidos en ‘campo de batalla’ entre varias ‘influencias’.

El terrorismo y en general la agresividad, serían constantes. Las ONG tenderían a regionalizarse, limitando sus despliegues y actividades mundiales.

En conclusión, si bien estas tres alternativas mundiales son esquemáticas, admiten variables y combinaciones, pero así como fueron expuestas sirven para pensar especulativamente en la adopción de medidas preventivas. No es posible establecer cuál de ellas será la más probable. La humanidad está atravesando un período de transición, incierto, inestable, que no permite aplicar un criterio de ‘probabilidad’. Por ello, la atención debe concentrarse hacia aquellas alternativas que provocarían las mayores dificultades.





ver Segunda Parte:
http://www.taringa.net/posts/apuntes-y-monografias/1434030/Bases-para-una-Geopolitica-Argentina-(-2-).html






FUENTE:
http://federalismoydescentralizacion.blogspot.com/2008/07/bases-para-una-geopolitica-argentina.html

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