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martes, 27 de diciembre de 2011

LOS PRUSIANOS DE FEDERICO EL GRANDE ilustraciones de VON GUNTER DORM.







La Guerra de los Siete Años.





La Batalla de Kunersdorf según el pintor Alexander Kotzebue (1848).

Se denomina Guerra de los Siete Años o Guerra Carlina a la serie de conflictos internacionales desarrollados entre 1756 y 1763, para establecer el control sobre Silesia y por la supremacía colonial en América del Norte e India. Tomaron parte, por un lado, Prusia, Hanóver y Gran Bretaña junto a sus colonias americanas y su aliado Portugal tiempo más tarde; y por otra parte Sajonia, Austria, Francia, Rusia, Suecia y España, esta última a partir de 1761. Se produjo un cambio de coaliciones con respecto a la Guerra de Sucesión Austriaca, si bien el conflicto de Silesia y la pugna francobritánica siguen siendo las claves.

Después de anteriores, y con su poder militar reforzado, a mediados de la década de 1750 la dinastía reinante de Austria (los Habsburgo) decidió recuperar Silesia, territorio que estaba en poder de Prusia tras el Tratado de Aquisgrán (1748) que había puesto fin a la Guerra de Sucesión Austriaca. Esta acción por parte de Austria es considerada el detonante de la guerra de los Siete Años. María Teresa I contó con el apoyo de Sajonia, Rusia, Suecia y Francia para declarar la guerra a Prusia y Gran Bretaña. Prusia estaba rodeada por enemigos, y ante la certeza de que sería atacado, el rey Federico II el Grande decidió adelantárseles.

En el otoño de 1756, sin previa declaración de guerra, el ejército prusiano invadió Sajonia y ocupó aquel territorio; luego penetró en Bohemia, pero fue vencido por los austriacos en la batalla de Kolin; por esta causa, se vio obligado a abandonar ese país.

Desarrollo de las operaciones

Alentados por el éxito, los enemigos de Prusia lanzaron sus ejércitos para destruirla; sin embargo, Federico demostró su genio militar y superó la crítica situación con tres brillantes victorias. La primera en Rossbach (5 de noviembre de 1757) sobre un poderoso ejército francés que avanzaba por territorio sajón; la segunda frente a los austriacos en Leuthen (Silesia), el 5 de diciembre de ese año, y la tercera al año siguiente (1758), en Zorndorf. A partir de ese año (1758) y hasta el fin de las hostilidades, Federico (atacado desde varios frentes) debió adoptar una táctica defensiva, que le resultó costosa y llena de peligros.

Los rusos unieron sus fuerzas con los austriacos y ambos ejércitos derrotaron al rey prusiano en Kunersdorf, cerca de Fráncfort del Óder (12 de agosto de 1759). Allí sufrió el más grave revés de su vida militar. Sin embargo, los aliados no supieron aprovechar ese triunfo porque estaban agotados y carecían de unidad de mando; se demoraron en avanzar, error que utilizó Federico para rehacer sus fuerzas y obtener, al año siguiente, dos triunfos sobre los austriacos: Liegnitz (Silesia) y Torgau (Sajonia).

En 1759, la Prusia Oriental estaba en poder de los rusos que habían tomado Berlín. Sin embargo, Gran Bretaña y Hannover vencieron sorprendentemente a Francia; además, se produjo la retirada de la guerra de Rusia y Suecia (1762) debido a que, a la muerte de la emperatriz de Rusia, su sucesor, Pedro III, que admiraba a Federico, firmó un tratado de paz, que también fue apoyado por la sucesora de éste, Catalina.Ademas se firmaron 3 tratados: Tratado de San Petersburgo,Tratado de Paris y Tratado de Hubertusburg.

Frente americano.

En América del Norte, Francia se encontraba en retroceso tras haber cedido en 1748 la fortaleza de Luisburgo en la Isla de Cabo Bretón a cambio de Madrás. La guerra comenzó en 1754. La rivalidad colonial entre Francia y Gran Bretaña se debía al control de las zonas peleteras, la disputa por las tierras situadas al oeste de los montes Apalaches y los derechos de pesca en Terranova. Francia quería frenar la expansión inglesa hacia el oeste, mediante la construcción de una cadena de fuertes, entre sus territorios canadienses y Nueva Orleans. En los primeros años logró acumular varias victorias, pero en 1757, William Pitt (el Viejo) puso al general británico James Wolfe al mando de las tropas en América. Como consecuencia, en 1759 conquistaron Quebec y al año siguiente capituló Montreal. Los británicos habían conquistado todo el Canadá francés.

Con respecto a España, Inglaterra había aumentado los agravios de modo considerable: apresamiento arbitrario de buques españoles, establecimiento en Honduras para la corta del palo campeche o el aumento del contrabando, entre otros. El Gobierno de Carlos III -pese a que inicialmente se había mostrado partidario de mediar entre ambas potencias- no tuvo otra salida que buscar el acuerdo con Francia ante la necesidad de defenderse de la agresividad británica. Se iniciaron, pues, conversaciones entre las dos potencias en pro de una alianza permanente en busca de la «seguridad en América»; España pensaba posponerla hasta el momento de la paz; sin embargo, el ministro francés Choiseul supo maniobrar con gran habilidad para conseguir también la intervención bélica.

Tras los acontecimientos en Quebec y ante el hostigamiento de Inglaterra al comercio y la seguridad españolas en América, dos fueron, pues, los factores que acabaron por empujar a Madrid hacia la alianza con Versalles: la negativa británica a atender ninguna de las reclamaciones planteadas por España y la ruptura definitiva del equilibrio americano que parecía avecinarse si Francia salía completamente derrotada del conflicto. Bajo estas premisas se firmó el Tercer Pacto de Familia (1758–1761), muy distinto de los anteriores en sus objetivos más profundos, pero con un común denominador, ser una alianza frente a la poderosa Inglaterra. La firma arrastró a España a una guerra para la que no estaba preparada y en la que, ya de entrada, se unía al lado perdedor; quizá se vio obligada por las circunstancias, pero esta participación al final de las hostilidades no puede ser.

El gabinete británico de William Pitt exigió conocer las cláusulas del Pacto y al no tener satisfacciones declaró la guerra a España el 4 de enero de 1762. Francia y España acordaron realizar operaciones militares conjuntas, y fue así como en abril de ese año el Marqués de Soria invadió Portugal (aliado de Inglaterra) al frente de un ejército español de 45.000 hombres, reforzado por 12.000 soldados franceses. Por su parte, los ingleses iniciaron operaciones contra las colonias españolas. El almirante Pocock se dirigió a La Habana, venció la resistencia española en el castillo Del Morro y tomó la ciudad en junio de 1762. En octubre otra flota inglesa atacó las Filipinas y logró apoderarse de Manila, defendida por el arzobispo Manuel Antonio Rojo del Río. Sin embargo, los ingleses encontraron dura resistencia y no pudieron conquistar el resto del archipiélago.

Cuando la noticia del estallido de las hostilidades entre Portugal y España llegó a Buenos Aires el gobernador Pedro de Cevallos decidió iniciar el ataque contra los dominios portugueses en el estuario del Plata. Reunió un poderoso ejército, incluyendo nativos de las misiones jesuíticas, y atacó Colonia del Sacramento, tomándola al cabo de un mes de lucha, el 29 de octubre. Cevallos reforzó las posesiones españolas y ocupó Maldonado. Mientras, Inglaterra y Portugal organizaron una flota combinada, que fue costeada por la Compañía de las Indias Orientales, y la enviaron al Plata con la intención de apoderarse de ambas márgenes del estuario. Acordaron que la Banda Oriental quedaría en poder de Portugal y la Banda Occidental, incluyendo Buenos Aires, sería entregada a Gran Bretaña.[6]

La flota llegó al Río de la Plata en enero de 1763 y atacó Colonia, que fue defendida tenazmente por las tropas del gobernador Cevallos. Tras perder varios navíos, la escuadra angloportuguesa se retiró de la zona. Cevallos aprovechó su triunfo y lanzó su ejército contra Río Grande, logrando tomar los fuertes de Santa Teresa y San Miguel. A continuación se dirigió contra San Pedro pero debió detenerse al conocer la noticia del Tratado de París que ponía fin a la guerra.

Frente indio

Merced a la importancia que Inglaterra concedía al comercio indio (y en particular al bengalí, donde ya contaba con una importante presencia) la United Company, quería frenar la expansión francesa en India. Por este motivo apoyaba a los príncipes indios que se rebelaban contra Francia. En el transcurso de la guerra los franceses tomaron Calcuta. Por su parte Luis XV deseaba una paz rápida con Inglaterra, por lo que prácticamente abandonó a Joseph François Dupleix y a la obra desarrollada por éste en la India. No sólo no consiguió su objetivo, sino que Inglaterra se precipitó además sobre las posesiones americanas de Francia. El militar británico Robert Clive logró derrotar a Francia en numerosas batallas inscritas en el contexto de las denominadas guerras carnáticas. De esta manera Inglaterra se hacía con el Imperio hindú iniciado por Francia.

Tratado de París

La guerra de los Siete Años terminó en 1763. El 10 de febrero, el Tratado de París fue firmado por el duque Choiseul, el marqués de Grimaldi y el duque de Bedford. William Pitt se había empecinado en mantener vivo el conflicto hasta lograr el aniquilamiento de la fuerzas de Francia.

Los tratados de paz que pusieron fin a la Guerra de los Siete Años representan una victoria para Gran Bretaña y Prusia, y para Francia la pérdida de la mayor parte de sus posesiones en América y Asia. Los cambios territoriales acordados fueron los siguientes:

Inglaterra: Obtiene de Francia el Senegal y las posesiones en la India a excepción de Mahé, Yanaon, Pondicherry, Karikal y Chandernagor, que conservaría hasta bien entrado el siglo XX. En América recibe todos los territorios franceses en el Canadá, los territorios al este del Misisipi y al oeste de los montes Apalaches (excepto Nueva Orleans), Dominica, Granada, San Vicente y Tobago. Los franceses también son obligados a evacuar la isla de Menorca, ocupada durante la contienda a los ingleses, que la dominaban desde la Guerra de la Sucesión Española. De España recibe la Florida a cambio de que retire las tropas estacionadas en la ciudad de Manila (Filipinas) y en el puerto de La Habana (Cuba), y consigue el derecho de libre navegación por el río Misisipi.
España: Por el Tratado de Fontainebleau de 1762, Francia le entrega la Luisiana al oeste del Misisipi, incluida su capital, Nueva Orleans.
Portugal: España evacúa el norte del país y la controvertida Colonia del Sacramento, ocupados durante la guerra.
Francia: Además de las 5 plazas indias mencionadas, se le permite conservar la isla de Gorée y San Pedro y Miquelón. Gran Bretaña le devuelve Guadalupe y Martinica y reconoce sus derechos sobre la pesca en Terranova.
El 15 de febrero se firmó el Tratado de Hubertusburg, que confirmó a Silesia como posesión prusiana y convirtió a Prusia en potencia europea.

Respecto a Francia, la pérdida no fue sentida como algo catastrófico. Se conservaban los derechos pesqueros en Terranova y la población católica francófona de Quebec recibiría un trato de respeto. Por otro lado, las pérdidas en la zona del Caribe pueden ser compensadas, pues la colonia principal francesa del Mar Caribe, Puerto Príncipe (Haití), produce la mitad del azúcar consumido en todo el mundo, y su comercio con África y las Antillas está en pleno apogeo.

Tomado y recopilado del sitio Wikipedia.org
http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_los_7_a%C3%B1os

lunes, 26 de diciembre de 2011

PROBLEMAS PRINCIPALES QUE OBSTACULIZAN EL CRECIMIENTO.




Clase de Seminario de Politica Economica.
Impartida por el Catedratico Lic. Lester Lopez Pinel.
UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA CENTROAMERICANA(UNITEC).


PROBLEMAS PRINCIPALES QUE OBSTACULIZAN EL CRECIMIENTO Y DESARROLLO ECONOMICO DE HONDURAS.

1. Escasa o poca producción.

2. No se definen prioridades.

3. Administración ineficiente o con sesgos de diferente dimensión porque prevalece el interés personal o de grupo.

4. Falta de identidad nacional.

5. Sistema educativo que permite una educación no funcional.

6. Administración desintegrada del sistema económico, que permite el mantenimiento y la generación de procesos de agravamiento en las variables siguientes:

 Devaluación.
 Alto nivel de inflación.
 Carga fiscal excesiva.
 Altas tasas de interés activas.
 Escasas fuentes de empleo.
 Indefinición de relación clara y sólida con la inversión extranjera.
 Pobreza: 80% de la población.
 Alto nivel de endeudamiento externo.
 Falta de competencia y de competitividad.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Las Renovadas Ambiciones Navales de China.


El autor se desempeña como Primer Secretario del Servicio Exterior y Director de la Oficina Comercial en la Embajada de Chile en Beijing.


La Marina del Ejército Popular de Liberación -internacionalmente conocida como People’s Liberation Army Navy ó PLAN-, es la única fuerza naval de un miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que no cuenta con una plataforma capaz de transportar aviones o de más de un helicóptero para cumplir misiones desde aguas azules. Se trata - para algunos analistas dentro de China - de una contradicción en tiempos modernos que requiere ser enmendada, si acaso este país aspira a recuperar en todas sus dimensiones el sitial que le es propio por las razones que se mencionan a continuación:

a) El tamaño de su población

b) su poderío militar convencional y nuclear

c) la capacidad de su economía unido a los diversos intereses comerciales y políticos que están asociados a un vertiginoso nivel de crecimiento, el cual es esencial para un país que presenta una de las tasas de desigualdad mas alarmantes y que atenta contra su futura estabilidad,

d) El desarrollo de una comunidad global, interconectada al instante, con problemas y soluciones que requieren, a veces, de sólidos liderazgos que van más allá de los tradicionales actores políticos o institucionales.

Hoy es común escuchar en círculos académicos y gubernamentales chinos que, si acaso su país aspira a convertirse en un referente de peso mayor proveniente del mundo en desarrollo, aportando en instancias de convergencia multilateral como son el G-7, G-20, APEC u otros, será mucho mejor para el prestigio de un país que se apresta a conmemorar sus 60 años como República Popular el contar con una flota naval activamente presente en alta mar.

China no es un país extraño al momento de producir un listado de países con una profunda vocación marítima. Registros históricos muestran que ya en el año 1132 este país contaba con una marina de guerra, con personal y presupuesto anual asignado por los emperadores de la dinastía Song, aunque sería Zheng He, el eunuco y comandante de la más numerosa flota combinada militar y mercante de la historia, quien proyectaría el poder naval chino hacia las costas de África y, según algunos relatos, incluso hacia el continente americano, en la primera mitad del siglo XV.

China ha estado cada vez más presente estratégicamente en la actividad comercial a nivel global y, específicamente en el Pacífico, sea por medio del despliegue de su flota pesquera y de transporte, como así también a través del cumplimiento de misiones de investigación de características científicas, incluyendo por cierto el despliegue de buques oceanográficos y de rompehielos a la Antártica, territorio en donde ya se proyecta la construcción de una tercera base – Kunlun – para el 2009.

China es también un protagonista en el empleo del Canal de Panamá, no solamente en el uso de ésta vía por buques empleando su bandera (unos 230 en los seis meses del 2008), sino que por tratarse del principal mercado de destino de los mercantes que viajan hacia y desde la costa este de los Estados Unidos, uno de sus principales socios comerciales. Es por medio del Canal por donde se transportarán los miles de barriles de crudo venezolano destinados para su refinamiento en China.


Por Que Ahora.
Afirmaciones realizadas en las últimas semanas por el director de asuntos internacionales del Ministerio de Defensa Nacional, mayor general Qian Lihua, en conjunto con tratativas comerciales divulgadas por la prensa entre la PLAN con Komsomolsk -na- Amure Aviation Production Association (KNAAPO), tendientes a incorporar a corto plazo en su arsenal aeronaval, aparatos rusos Su-33 configurados de acuerdo a especificaciones técnicas chinas, hacen prever que los nuevos escenarios de seguridad a nivel global, unido a los crecientes intereses económicos del gobierno de Beijing en África, América Latina y, por cierto, dentro de sus propias millas náuticas cuadradas de responsabilidad marítima, impulsarán en un corto plazo a China a operar su primer portaaviones.

No se tratará del primer buque de sus características en surcar las aguas flameando el pabellón de un país asiático. Actualmente India (INS Viraat y pronto, en su reemplazo el INS Vikramadytia), y Tailandia (HTMS Chakri Naruebet), cuentan con portaaviones aunque el grado de alistamiento de dichas unidades ha estado sujeto a las fuertes restricciones financieras asociadas al alto valor del petróleo y de otros insumos, más los recientes efectos de la crisis global que ciertamente afectará en un corto plazo, a los presupuestos de las fuerzas armadas de dichos países.

A la vez, varios países de la región cuentan con unidades de superficie capaces de transportar más de un helicóptero y desarrollar así tareas en alta mar o desde esas hacia objetivos ubicados en tierra, como es el caso de Australia con las HMAS Canberra y Adelaide; Corea del Sur con el ROKS Dokdo; Japón con el JMSDF Osumi); Singapur con los RSN Endurance, Persistence, Endevour y Resolution; y Nueva Zelandia con el HMNZS Canterbury y el resto de los buques del proyecto Protector.

Estas unidades presentan un reto para el futuro despliegue de la PLAN en alta mar, particularmente dentro de su área natural de influencia como así también, en zonas que son de interés estratégico para el gobierno de Beijing.

China es un país que está contribuyendo cada vez más a tareas de nation building (junto a Chile en Haití, por ejemplo), o a misiones de paz bajo la bandera de las Naciones Unidas, por lo que este tipo de unidades son sumamente convenientes si acaso el país opta por un camino de mayor compromiso en respuestas colectivas a problemas comunes para una comunidad global.

Ahora bien, aunque en los últimos años el multimillonario presupuesto de defensa chino ha estado principalmente focalizado hacia la actualización en materia de instrucción de los efectivos que forman parte del Ejército más numeroso del planeta, en conjunto con la profesionalización de dichos cuadros, unido a la puesta en marcha de proyectos de desarrollo de nuevos misiles; cañones de largo alcance; tecnología electrónica y computacional de punta; aparatos no tripulados para reconocimiento (UAV); aviones a reacción de combate y para transporte civil y militar; el programa espacial y, por cierto, la construcción de plataformas submarinas y de superficie, los intereses estratégicos de China en el presente siglo, con más de 3 millones de kilómetros cuadrados de territorio marítimo para resguardar, hacen imprescindible la puesta en operación de al menos un portaaviones.

Estos buques son conocidos por parte de la población china, especialmente por quienes habitan o visitan provincias costeras como Guangdong, o ciudades como Tianjin y Dalian.

En dichas localidades se pueden visualizar a lo lejos atracados en zonas de mucha concurrencia pública, más en el puerto de Tianjin o en Shenzhen abordar portaaviones que son empleados como atracciones turísticas que reciben anualmente a miles de turístas y curiosos.

Pero es en Dalian, ciudad conocida por su arquitectura con influencias rusas y japonesas como así también por la gran capacidad de sus astilleros, donde se encuentra actualmente fondeado el ex portaaviones soviético de la clase Almirante Kuznetsov, Riga. Conocido más tarde bajo el nombre de Varyag y adquirido por emprendedores supuestamente vinculados al Ejército Popular de Liberación por US$20 millones, en 1998, es este el buque que analistas en China creen que tiene la potencialidad de servir como el modelo de portaaviones a ser construido localmente o, a su efecto, ser sometido a un intenso refit que le permitiría servir como plataforma de instrucción para el personal asignado a la rama aeronaval de un futuro buque chino de éstas características, contando para ello con los aviones Su-33 para las necesarias horas de vuelo de entrenamiento.

Algunos medios especializados han informado recientemente que pilotos navales chinos han estado den los últimos meses entrenando en el otro material de origen ruso con el que cuenta la rama aérea del Ejército Popular de Liberación, el Su-27. En todo caso, el buque fondeado en Dalian ya luce los colores característicos de un navío de guerra de la PLAN y no resulta simple aproximarse a él para captar fotografías.

Sea cual sea la decisión que seguramente será adoptada próximamente por el establishment chino, teniendo presente la costumbre mediática interna de hacer grandes anuncios en el 2009, con motivo de los sesenta años del establecimiento de la República Popular, claro está que el tema de un portaaviones para la PLAN es incluso un proyecto que puede concretarse aún en plena crisis económica global, al tener el país un mapa de acciones concretas entre las cuales se incluye el desarrollo de infraestructura y el empleo de mano de obra en tareas que requieren ser abordadas para propulsar el crecimiento y el poder chino hacia una nueva etapa.

Interesante será – sin duda alguna - escuchar a funcionarios de la talla del mayor general Qian Lihua o leer en las páginas de un Libro Blanco de la Defensa china a ser redactado en un futuro cercano, el razonamiento que será empleado para explicar la puesta en operación de uno o más portaaviones luciendo el pabellón de la PLAN. Lo anterior será particularmente sensible para un segmento de la población, la cual aunque es sumamente orgullosa de su historia y consciente de sus futuras responsabilidades como pueblo y como nación, tiene ciertas aprehensiones respecto al nivel real de compromiso que debe adoptar China en un contexto de incertidumbre global.

Sin embargo, todo indica que está plenamente asimilada a nivel gubernamental, la premisa que indica que uno de los requerimientos básicos de cualquier país que aspira a desempeñar un papel más protagonista en la agenda internacional actual, requiere de unidades navales que otorguen la necesaria flexibilidad para operar en distintos escenarios proyectando así, la real fuerza y capacidad de respuesta que desea imponer si acaso sus legítimos intereses están en juego.