Foto coleccion, propiedad y cortesia de Jurgen Andreas Hesse Joya.
Por el General de Brigada ®
Walter López Reyes.
Walter López Reyes.
Aunque las capacidades y efectos que las Fuerzas Armadas aportana la defensa nacional contempladas en la Constitución de la República, no son visibles para el observador casual, como las maniobras de entrenamiento a las distintos componentes del poder militar, el poder aéreo (incluidas la doctrina de operaciones en los dominios del aire) deberá continuar siendo un “disuasivo” valioso para preservar el honor nacional, la soberanía e integridad territorial. Nadie debe descartar la amenaza de fuerzas irregulares (crimen organizado y grupos de narcotraficantes), como algo que corresponde estrictamente a la competencia de las fuerzas de operaciones terrestres especiales, como ser la Dirección de Lucha contra el Narcotráfico y la Policía Nacional. Entender el entorno de estos grupos con mucha logística, con capacidad económica y apoyo externo, requiere de un estudio permanente del Alto Mando y en particular, de aquellos que formulan y dirigen las políticas del Estado hondureño, ya que serán cruciales para las decisiones que deberán tomar los futuros líderes de la Fuerza Aérea Hondureña que, sin duda alguna, demostrarán que su entrenamiento va a ser útil para asegurar que su doctrina siga adaptándose a un enemigo continuamente variable.
El aspecto a considerar, es una lucha de larga duración que presenta este tipo de problemas, pues plantea retos a los gobiernos de turno, en cuanto a su voluntad de aportar recursos considerables para conducir y permanecer involucrado en una lucha prolongada. Históricamente, las democracias tienden a cansarse de luchar de forma relativamente rápida, según se refleja en las experiencias de los países que sufren este tipo de conflictos. De hecho, la red de grupos que conforman el crimen organizado y de narcotraficantes, intentan llevar el conflicto a un plano de “guerra prolongada” mientras las naciones democráticas a las que atacan, demuestran signos de fatiga tan solo unos pocos años después de entrar en batalla. Este aspecto de guerra larga tiene implicaciones para la Fuerza Aérea actual; por ejemplo, los oficiales subalternos, que operan hoy a nivel táctico, pueden ser responsables de los aspectos estratégicos de la guerra del mañana. No solo deben nuestros aviadores tener conocimientos del poder aéreo en la “guerra irregular”, sino que también deben articular sus conceptos y demostrar, de manera fehaciente, sobre las armas y destrezas que el poder aéreo aporta a la lucha.
Algunas personas se refieren a esta noción como dominio del aire; otros le llaman supremacía aérea. Pero el punto es claro: El objetivo primordial de la fuerza aérea es derrotar o neutralizar a los grupos o fuerzas enemigas de modo que las operaciones de la ofensiva terrestre, marítima o aérea, puedan realizarse según lo planeado, mientras que los centros vitales y fuerzas militares propias permanezcan a salvo de una incursión aérea del adversario. La guerra y la paz se deciden, organizan, planifican, aprovisionan, y se dirigen al nivel estratégico de la guerra. Los dirigentes políticos y militares que conforman el Alto Mando ubicados en el Consejo Nacional de Defensa y Seguridad, deben enfocar su estudio y planificación en los recursos: económicos, humanos y naturales para formar y equipar a las Fuerzas Armadas. Las conflictos armados, sean estos regulares o irregulares, son ejercicios de desgaste y aniquilación.
El poder aéreo, letal y no letal, puede ser orientado hacia casi cualquier cosa. Pero, tener la capacidad de atacar cualquier objetivo no significa que se deba atacar cualquier cosa. La selección de los blancos que se han de atacar o afectar de una forma u otra es la esencia de la estrategia aérea. Casi todos los teóricos de la aviación reconocen este punto. Lamentablemente, muchos han dejado por fuera otros factores que inciden en la toma de decisiones que al final determinan el éxito de cualquier campaña político-militar que se quiera realizar.
Entrenamiento constante, preparación, estudio y práctica de día y de noche, son factores que se deben considerar por los grupos de reacción que darán respuesta efectiva a cualquier eventualidad.
Foto coleccion, propiedad y cortesia de Nelson Sosa Herrera.
La clave de toda guerra es el factor amorfo y no cuantificable conocido como “la voluntad nacional”. Ocupa el lugar central en el esquema porque es el aspecto más crucial de un país en crisis de seguridad. En esencia, la guerra es sicológica. Por lo tanto, en el sentido más amplio, la voluntad nacional es siempre el Centro de Gravedad o el factor clave. Cuando “el país” decide que la guerra está perdida, entonces y solo entonces, estará verdaderamente perdida. Sin embargo, esto dice realmente muy poco. El desafío obvio para el estratega es determinar cómo destruir, o al menos debilitar, esa voluntad colectiva. Es un agregado de muchos factores diferentes y no tiene forma física; atacar directamente la voluntad nacional es raramente posible. Más bien, se debe apuntar a las manifestaciones de esa voluntad. En sentido general esas manifestaciones pueden calificarse de “capacidad militar”.
La tarea del estratega aéreo es entender las varias teorías de selección de objetivos y elegir una, o una combinación de ellas, para crear un plan realizable. Esto se logra respondiendo a tres preguntas inherentes: ¿Cuál es la meta? ¿Cuánto se puede invertir para lograr esa meta? ¿Cuál es el valor que le dará a la preparación y entrenamiento? El estratega aéreo debe, por lo tanto, implementar un plan que involucre la transformación de metas amplias en objetivos militares concretos, identificando los conjuntos de objetivos que se deben afectar para lograr esas metas y, a continuación, convertir el todo en un orden de operaciones factible de poner en práctica. No se puede hacer demasiado hincapié en la importancia que tiene el vincular claramente los objetivos seleccionados y los objetivos buscados.
¿Qué se espera específicamente que haga el enemigo si se corta la red de distribución y su logística? Si el objetivo global es obligar al enemigo a que detenga sus intenciones, como por ejemplo, el abastecimiento de drogas a ciertas poblaciones o centros de distribución, entonces ¿cómo contribuirá la intercepción y posible derribo de narco-avionetas a los planes originales de los narcotraficantes? En otras palabras, destruir o neutralizar un blanco no significa estar más cerca de las metas. El proceso intelectual de vincular los fines y los medios es un requisito crucial, a menudo subestimado por el estratega aéreo o por los que toman las decisiones políticas del Estado.
Foto coleccion, propiedad y cortesia de Heber Alejando Doblado P.
La afirmación de que la “flexibilidad es la clave del poderío aéreo” se ha convertido en un aforismo. Es tan verdadero en el sentido teórico como en el operacional. Ahora necesitamos aviadores entendidos y con buena base en todos los aspectos de la guerra, incluyendo el teórico. Solo entonces serán capaces de seleccionar el concepto de empleo que mejor se acomode a la situación que enfrentan. La flexibilidad es también la clave para la estrategia aérea. Por último, la estrategia de selección de blancos aéreos es un arte, no una ciencia. Desdichadamente, es un arte increíblemente complejo. Y debe ser entendido por los que dirigen al Instituto Armado, en especial, a la Fuerza Aérea.Las políticas las elaboran y dirigen los políticos, los militares solo las ejecutan.
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