A pesar de la masiva rebelión de la sociedad iraní contra los resultados de unas elecciones presidenciales sospechadas de fraudulentas, tanto el presidente venezolano Hugo Chávez como su par nicaragüense, Daniel Ortega, se apresuraron en felicitar calurosamente al actual primer mandatario Mahmud Ahmadinejad por su reelección.Esta actitud tiene su explicación en la red de solidaridades que Teherán pudo construir en América Latina con el auxilio de Caracas.Ahmadinejad visitó Nicaragua, por ejemplo, apenas cuatro días después de que el ex líder sandinista asumiera la presidencia, en enero de 2007. Ortega viajó dos veces a Irán en busca de inversiones. Evo Morales, el presidente de Bolivia, también selló una alianza con el régimen de los ayatollah a cambio de promesas de inversiones millonarias por parte de Ahmadinejad.
Está claro que el petróleo le facilita a Teherán la compra de voluntades regionales, en particular en países con regímenes cuyas políticas populistas y estatizantes han ahuyentado otras inversiones extranjeras.Ahora bien, si se tiene en cuenta que el régimen iraní está en el ojo del huracán por la insistencia en rechazar toda supervisión internacional a su programa nuclear, este acercamiento no deja de tener peligrosas consecuencias. América Latina es una región libre de proliferación nuclear, ya que los países que estuvieron alguna vez en condiciones de desarrollar esa tecnología -la Argentina y Brasil-, renunciaron voluntariamente a hacerlo.Esto, que representa un capital diplomático importante para este subcontinente en la escena mundial, se ve hoy comprometido por el coqueteo de los países nucleados en la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) con un régimen acusado de estar desarrollando tecnología nuclear con fines armamentísticos, en particular cuando trasciende que Teherán ha manifestado interés en adquirir uranio en Bolivia y en Venezuela.
En un discurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas, Daniel Ortega negó la autoridad de los Estados Unidos para "cuestionar el derecho de Irán" a desarrollar energía nuclear, "aunque desee utilizarla con fines militares".Por otra parte, el viceministro de Asuntos Exteriores de Bolivia, Hugo Fernández, aseguró que su país "apoya la política nuclear de Irán (porque) es el derecho de cualquier nación". Hugo Chávez, en su última visita a Teherán, prometió que Venezuela seguirá defendiendo el derecho de Irán de enriquecerse de uranio.Con excepción de Chávez y sus aliados latinoamericanos, nadie en el mundo cree que el programa nuclear iraní tenga sólo intenciones pacíficas. Con las reservas petroleras con las que dispone, ese país no necesita desarrollar otras fuentes de energía. Por otra parte, Teherán rechaza sistemáticamente la supervisión de Naciones Unidas y en particular de la Agencia Internacional de Energía Atómica.
En concreto, de la mano del presidente bolivariano, Teherán ha logrado crearse múltiples cabeceras de playa en la región, a modo de nuevos escenarios para el desarrollo de su batalla antinorteamericana.Irónicamente, se trata de regímenes de izquierda, que se definen como antiimperialistas y declaman la soberanía de sus Estados y la independencia de la región, pero que a la vez facilitan la intromisión de Teherán en el continente y defienden los intereses de una potencia nuclear extracontinental, a cambio de promesas de inversiones millonarias, bajo el rótulo de "cooperación bilateral" o "ayuda para el desarrollo".
Fuente:Infobae.
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