Por José Antonio Pereira Ortega
Coronel ® y abogado
EHO-0916
Coronel ® y abogado
EHO-0916
Recién terminamos el mes en el cual los hondureños sin distingos de clase, raza, religión o color político, celebramos unos con mayor fervor que otros las fiestas patrias dedicadas a la conmemoración de 191 años de existencia como nación libre soberana e independiente. Así pues con el comentario fresco de lo que fueron estas fiestas, nos adentramos al mes de octubre que consagra en el calendario cívico nacional el mes del soldado y de las Fuerzas Armadas y que para la mayoría de la población, con honrosas excepciones no pasa tan desapercibido porque es al mismo tiempo el mes que más feriados contiene, 3 de los 8 autorizados en nuestro país.
Los que tuvimos la oportunidad de servir como soldados, no podemos menos que congratularnos y yo en particular me tomo la libertad de saludar a los actuales miembros en activo y a los que en diferentes niveles nos encontramos en la honrosa situación de retiro por haber servido en una carrera tan noble como lo es la profesión militar, aunque para la mayoría de la hondureñidad es desconocido este hecho ya que por años se ha menospreciado y enjuiciado sin razón el servir en el ejercicio de las armas, calificándolo de ocupación u oficio incluso en un titular de un libro alguien se atrevió a tildarle como “Oficio de Caníbales”, cuan errado está el autor de esa calumnia que por fortuna adjetivos como este, no han constituido un detente en el desarrollo de la misión institucional y en el empeño personal de los militares porque fuimos formados en el temple del acero y la tolerancia a los prejuicios y las sandeces, máxime cuando proceden de ignorancia cultural manifiesta que con la frente en alto trataré de corregir un poco.
Iniciaré parafraseando a Calderón de La Barca cuando dice “la milicia es una estrecha religión de hombres honrados” y a continuación haré hincapié en una explicación de mi sustentación, mi entender en mis 34 años de carrera militar, la profesión militar no se trata de una ocupación, se trata de una vocación de servicio a la Patria, encuadrada en ciertas normas de comportamiento, conocimientos especializados, habilidades y virtudes morales que, en última instancia, le permitirán al soldado asumir voluntariamente riesgos para proteger a los demás y si es necesario entregar su propia vida. Es esta última parte de mi declaración lo que marca la abismal diferenciación de cualquier oficio o cualquier otra profesión, salvo la policial, ninguna de ellas compromete a sus miembros a entregar la vida por los demás, por la Patria. Es una profesión dedicada y consagrada en forma permanente y competente al servicio de las armas de una nación y su compromiso va más allá de lo específicamente reglamentario o estatutario. Por este compromiso y su dedicación al servicio, el militar hondureño se desarrolla en un ambiente profesional de alto nivel, enmarcado este en una permanente preocupación por ser mejor y se capacita constantemente en una educación dual, civil y militar en las tácticas, arte operacional, la estrategia y la geopolítica, la administración, la economía, las leyes, y el derecho, la historia y la ingeniería entre otras.
Para ampliar mi propósito informativo, quiero agregar algo relacionado con la razón de existencia de las Fuerzas Armadas o de los ejércitos, que probablemente sería más conveniente escribir otro artículo pero no estoy tan seguro siquiera de poder obtener la publicación de este.
No pretendo aburrirlos con hechos históricos desde los inicios de la humanidad, basta con rememorar los diálogos de Platón (La república) y Aristóteles (La política) en relación a la formación del estado a lo cual Platón refiere que “deberá estar constituido por productores de riqueza, los guardianes defensores y gobernantes filósofos, declarando que los segundos serán necesarios para la solución de problemas con los intereses de otros estados y del mismo estado que al chocar estos desembocarán en conflictos que muy a menudo se resolverán por las armas. El Estado pues tendrá la necesidad de hombres valerosos y hábiles en la lucha que, al profesionalizarse siguiendo la tendencia general de la división del trabajo se convertirán en una clase especial de ciudadanos defensores de su Patria: Los guardianes”.
Como puede notarse, no es antojadizo el tener instituciones armadas, puede que cambie su denominación pero su objetivo es el de preservar la continuidad del estado manteniéndolo libre de amenazas externas e internas, puede que con el pensamiento filosófico o el sistema de gobierno de los estados se conviertan en guardias nacionales, en fuerzas públicas de defensa o en milicias pero los estados siempre dependerán de una institución armada que los defienda, constituida esta a su antojo político o ideológico, lo que me hace concluir que desaparecer una institución armada no es una decisión acertada, puede resultar en una campaña anti militar para ganarse créditos o adeptos con propósitos personales o de grupos. Así las cosas, la organización militar habría emergido y evolucionada como una “necesidad social” al servicio del Estado y su población.
Por lo anterior y una serie de explicaciones que por espacio no puedo hacer mención no me sentiré menos mal cuando tenga que llenar formularios oficiales o privados en los que mis interlocutores me insistan en repreguntar al llenar los mismos “cuál es su profesión” y orgullosamente una y otra vez les contestaré: “vea soy profesional del Derecho para efecto social, pero de corazón y desarrollo como persona SOY DE PROFESIÓN MILITAR”.